Insistir en una digitalización cerrada y centralizada nos lleva al desastre.
Por Simona Levi (fundadora de Xnet, Instituto para la Digitalización Democrática, y autora de «Digitalización Democrática – Soberania Digital para las Personas», ed. Rayo Verde)
Estos días todos los titulares recogen la noticia de que EE.UU. impone aranceles del 30% a la Unión Europea. Pero lo que no todos saben es que, apenas dos días antes, la Comisión Europea decidió cancelar su ya tibia propuesta de tasa digital a las grandes tecnológicas, en un gesto de concesión a Donald Trump para obtener un mejor acuerdo comercial. Resultado: tenemos aranceles igualmente, y – si no hay rectificación antes del miércoles – renunciamos a la tasa a las grandes tecnológicas hasta 2034 (!!!).
Doblegarse al matón del patio no suele ser una buena idea. Si la tasa digital se hubiera mantenido, estaríamos en el mismo escenario de aranceles, pero con un poco más de soberanía y recursos. Si intentamos reponerla ahora, se considerará represalia y los aranceles subirán.
Pero no doblegarse sin estrategia también es una torpeza. La única estrategia viable es dejar florecer un ecosistema digital propio, soberano y democrático. No soberano para cambiar Google o Microsoft por corporaciones privativas europeas, sino para democratizar el acceso al código, descentralizar el desarrollo y permitir que se fortalezcan alternativas auditables, interoperables y desarrolladas desde lo público, lo privado y lo común en cooperación. Así se ha construido Internet y es su esencia. En plata: cambiar la licitación pública en materia de tecnología, renunciar a la lógica centralizadora-porque-sí y permitir a la lógica propia del digital – la descentralización – desplegarse. No teman: la transparencia mejoraría sin dudas la capacidad de supervisión de instituciones sin conocimientos ni recursos para supervisar.
No se trata de prohibir las big tech mañana. Se trata de invertir hoy en pilotos y alternativas de código libre para que mañana podamos elegir y no dependamos de matón ninguno, ni de aquí ni de allí.
Nuestra propuesta concreta está en marcha desde antes de la pandemia: el Plan de Digitalización Democrática que propusimos a la ciudad de Barcelona y con la que abrimos una licitación pública para la creación de un piloto por empresas locales. Es un ejemplo de que podríamos ir virando poco a poco hacia una digitalización democrática. Es una solución viable, económica, útil que podría competir en usabilidad con la Big Tech si no sufriera de precariedad porque las instituciones no la dejan escalar. Es que en otro planeta llamado política, se habla de soberanía tecnológica, pero el único debate que realmente hay internamente es si de Google volver a Microsoft. Es desesperante tanta incoherencia y falta de audacia. Estrangula la innovación y el talento del futuro, condenándonos a seguir viviendo en precario vendiendo sangría y sobreros mexicanos a los 94 millones de turistas que devastan nuestra vida cotidiana cada año.
La soberanía digital no se decreta, se construye. Y la nuestra debe empezar ahora, con código libre, contratos públicos responsables, cooperación de la instituciones con la sociedad civil activa y valentía democrática.
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