Arnau Monterde, por unas instituciones que digitalicen democráticamente

Arnau Monterde, Director de Innovació Democràtica de l’Ajuntament de Barcelona
para la conferencia 4D, digitalización democrática y derechos digitales .

Intentaré explicar mi experiencia de qué quiere decir hacer tecnologías libres y abiertas y defender los derechos digitales desde una institución pública, porque esta también es una tarea difícil y costosa y creo que hay algunos conocimientos que se han aprendido dentro de esa práctica también de cierta resistencia y cierta construcción dentro de las administraciones públicas que es importante compartir.
Me gustaría situar el contexto de la relación entre democracia y tecnología, así como lo que son las políticas públicas y el rol que desempeñan las administraciones públicas. Porque claramente nos encontramos en un momento en el que la democracia atraviesa muchas crisis. Es decir, no estamos hablando solo de una crisis de la democracia, que sería solo la crisis de la representación, sino que realmente estamos atravesados por muchas crisis en diferentes niveles. Y casualmente, en todos estos niveles, cruza la dimensión digital. Es decir, no podemos desatender la intersección entre democracia y tecnología, porque claramente están totalmente relacionadas actualmente. Las infraestructuras, los canales, las redes, cómo nos comunicamos, cómo nos relacionamos, etcétera. Todo esto está completamente interrelacionado.

En este contexto y sin querer ofender a nadie, existe una gran desorientación institucional de cómo hacer frente a estas múltiples crisis de la democracia. En lo que concierne a la carpeta digital vemos, sobre todo en las instituciones públicas, una capacidad muy limitada
primero, de realizar un buen diagnóstico del problema y después de encontrar soluciones concretas.
No hay ideas fuertes de como pensar una transfomación digital pública, abierta, democrática, esto no está internalizado dentro del sector público. Más bien hay tendencias instaladas de formas de operar que nos vienen dadas y que nos quedamos por defecto. Esta tecnología nos llega al móvil y nos la quedamos por defecto porque es la que todo el mundo tiene. No nos la cuestionamos, no pensamos dónde están los datos, no pensamos de quién es propiedad, No pensamos cómo nos está condicionando nuestro comportamiento individual o social.
Por poner una analogía, sería muy difícil imaginarnos que de repente la educación estuviera totalmente privatizada, que la sanidad estuviera totalmente privatizada, que el espacio público estuviera totalmente privatizado, que tuviéramos que pagar o que tuviéramos que estar permanentemente controlados. Y en cambio, en el espacio digital la tendencia es ésta y parece que nos da igual, que hemos aceptado ese poco margen de libertad respecto a lo que nos habíamos imaginado y había sido el internet en sus orígenes.

Por tanto nos encontramos en un momento en el que existe una urgencia brutal, una necesidad de dar respuesta a todo esto desde una iniciativa pública-comunitaria y ciudadana a todos los niveles. A nivel de las ciudades, de los estados, de Europa, pero también a nivel global. Por una transformación digital a favor de las tecnologías abiertas y democráticas. Es urgente abordar este debate porque este debate está condicionando totalmente el funcionamiento de la sociedad. Es cierto que hay muchos riesgos, y no quiero entrar en los males del internet de hoy porque ya los conocemos. Pero también es cierto que hay muchas oportunidades, hay mucho camino por recorrer pensando precisamente como nos imaginamos una sociedad donde las tecnologías son libres, abiertas y están al servicio de la gente. Es decir, hay un campo fértil por recorrer y el momento de hacerlo es ahora.

Afrontar este reto quiere decir entender que ocurre con las infraestructuras, que esta pasando con la conectividad, con los servidores, con las máquinas, con el software, con los datos, con los modelos, con todas las capas que hoy construyen lo digital.
Y lo hemos de hacer poniendo a la gente, a la democrácia y al planeta en el centro, y obviamente a los derechos que nos han de defender en este momento de transformación.
Hemos de volver a reimaginar ese internet del común, estas tecnologías del común y hemos de reconstruirlo porque internet algún día ha de volver a ser nuestro.

Nuestra experiencia en este caso en el Ayuntamiento de Barcelona, y os hablaré desde dos ejemplos muy concretos, uno es la plataforma Decidim y el otro es el proyecto DD Digital y Democrático que impulsamos conjuntamente con Xnet por iniciativa de Xnet, de las familias y de la sociedad civil frente a una necesidad muy urgente, que es ver en primera persona cómo en las familias desde que sus hijos cumplen 5 años y llegan a la escuela se les crea su primera cuenta de Google, se les generan los primeros procesos de perfilado y se empiezan a recoger datos que seguramente afectarán toda su vida digital en su futuro.

Por suerte, hay familias preocupadas por esta problemática prácticamente invisible, porque, como decía antes, te viene dada, no tienes capacidad de elegir, la escuela te dice «firma este papel que usaremos Google, que nos irá muy bien para pasar tareas en clase». Frente a una necesidad muy concreta y gracias al trabajo de Xnet y aprovechando tecnologías libres existentes, empezamos a construir un prototipo, el DD, que es una suite de herramientas e instrumentos que sirven básicamente para responder a las necesidades que tienen las escuelas de formación digital sin tener que recurrir a herramientas corporativas. Aprovechando herramientas como Moodle, los documentos colaborativos, aprovechando herramientas existentes como Nextcloud, videoconferencias con herramientas como BBB, etcétera. La idea es ofrecer una experiencia muy similar a la que ofrecen las grandes tecnológicas para abordar los problemas con una curva de aprendizaje casi nula.

Como os podéis imaginar no ha sido fácil a nivel interno, vamos con financiaciones muy ajustadas, las capacidades de contratación son lentas, contratar software libre es una odisea en la administración pública…
En todo caso, por el mero hecho de poner en funcionamiento el proyecto y trabajar con estas escuelas heroicas, es una buena noticia porque sabemos que no sólo las familias, sino las escuelas también están preocupadas por esta cuestión y claramente es una necesidad que podría ser extrapolable a casi cualquier tecnología que gobierna hoy nuestras vidas.
Este piloto es la semilla para decidir si dar los datos de nuestros niños a Google o si queremos mantenerlos bajo nuestra custodia y bajo control democrático.

El segundo proyecto en el que hemos construido nuestra experiencia es la plataforma Decidim. Es una plataforma digital para la participación ciudadana que en poco más de siete años se ha extendido a más de 30 países con 500 instalaciones en todo el mundo.
Es un producto realizado en Barcelona y es una solución de software libre y que desde su inicio ha sido construido, diseñado y pensado con sus comunidades. O sea que se ha hecho de forma democrática. Al igual que el DD, trabaja con este modelo que nosotros decimos de las tres capas.
Una es la capa política. O sea, instrumentos que sirven para cambiar la sociedad y atacar los problemas.
La segunda capa es que son instrumentos de software libre. O sea, sólo el software libre nos da seguridad, nos da habitabilidad, nos da capacidad de ser soberanos de nuestra propia tecnología.
Y la tercera es que son softwares democráticos, son herramientas democráticas. Su diseño, su concepción, su desarrollo está hecho no sólo con luz y taquígrafo, sino que además se realizan de manera colaborativa, y esto también significa de forma democrática.
O sea que en realidad sabemos cómo hacerlo; tenemos los modelos y tenemos las herramientas. No deben explicarnos cómo se hacen las tecnologías abiertas y democráticas, ya sabemos cómo hacerlas. Lo que hemos de tener es la capacidad de desarrollarlas, de escalarlas para mostrar a un montón de gente que hay otras formas de hacer tecnología.

Lo que hemos aprendido en este tiempo dentro de una administración como es el Ayuntamiento de Barcelona ​​intentando desarrollar tecnologías libres con las comunidades, es que para avanzar con proyectos de esta naturaleza necesitamos lo que llamamos liderazgos tecnopòlíticos.
En la era digital lo primero que necesitamos en las instituciones es una traducción permanente entre la política y la técnica porque, como decía al principio, son totalmente indisociables. Cualquier decisión técnica, en el fondo, está condicionando el comportamiento de una infraestructura o de un código o de una herramienta, y por tanto, necesitamos este conocimiento instalado en la propia institución. Y esto es muy difícil de conseguir tal y como está diseñada la función pública.
Lo segundo es que necesitamos dinero. Necesitamos fondos públicos destinados precisamente a estas tecnologías democráticas.
Necesitamos que haya una apuesta valiente de todas las administraciones y poderes públicos a todas las capas, hacia una transformación digital justa, libre y democrática. Porque sin dinero es imposible desarrollar estos proyectos. No podemos hacerle sombra a lo que está haciendo Google en las escuelas con cuatro duros porque en realidad nos jugamos mucho.
Además, una condición innegociable es el software libre, es una condición innegociable de la tecnología pública. Ya lo decíamos hace unos años con el “Público Money, Public Code”, esto debería estar en cualquier constitución nacional, europea o global. Necesitamos que toda la tecnología que se desarrolla desde lo público sea de código abierto, porque es una forma de alimentar estos comunes digitales y de reforzar estos ecosistemas. Las big tech en parte, viven gracias al dinero público que les damos cada año en forma de licencias, en forma de infraestructuras, en forma de servidores. Y esto debe acabar.
Y no sólo dinero, sino también recursos operacionales. ¿Qué significa? Capacidad ágil de contratación, soporte legal, innovación en la contratación. Cuando hay voluntad hay capacidad, lo que significa dotarse de los instrumentos necesarios.
 

 

Debemos priorizar proyectos estratégicos, proyectos de éxito, proyectos que pueden tener una facilidad de adaptación al cambio, proyectos que no están colonizados, pero debemos priorizar. No podemos hacer toda la revolución digital de un día para otro porque es imposible y más con las capacidades que tenemos. Debemos hacerlo viendo cuáles son aquellos sectores estratégicos y aquellas tecnologías estratégicas que nos pueden, con poco esfuerzo, liberar mucho. Y después, desde aquí iremos atacando otros. Pero necesitamos victorias que nos ayuden a abrir camino con alternativas que compiten al mismo nivel con las tecnologías privativas.
Hemos empezado a pequeña escala, pero el modelo es totalmente extrapolable. Debemos, obviamente, innovar en lo legal y los sistemas de contratación para favorecer los ecosistemas de colaboración, para favorecer el software libre, para favorecer a las comunidades, para favorecer proyectos de pequeña y mediana empresa. Y esto es lo que nos dará también capacidad de escalar. Cuanto más cuidemos este ecosistema, más fácil será también desarrollar soluciones a escala.

Y por último, y esto es algo que hemos ensayado y creo que lo hemos hecho bastante bien, es que hemos innovado en las formas de colaboración y en las formas de gobernanza. Política pública digital participada con la gente, con expertos, con académicos, personas que utilizan las tecnologías, con activistas. O sea, ejercer la democracia en el diseño de la tecnología es algo que está pasando, es factible. Tenemos los instrumentos para ello. Consensuar el proyecto también ayuda a anticipar los problemas que están teniendo hoy las tecnologías. El señor que inventó el Scroll infinito y que ahora todo el mundo está adicto, enganchado, dijo «he creado un monstruo». No hubiera ocurrido esto o se hubiera activado muy rápido una alerta con un feedback más inmediato de las comunidades de usuarios.

Para acabar, ¿qué retos tenemos por delante?
Debemos ponernos a desarrollar. No es suficiente con regular. Debemos regular, pero también a favor de un desarrollo digital y democrático. Y desarrollar significa tener capacidad de construir tecnología propia. Y cuando digo propia, quiero decir del conjunto de la ciudadanía. También existe una oportunidad geopolítica que a mí me parece clave. Si con Europa y nuestros países, pero también con una alianza con el Sur global, hacemos una apuesta para que nuestro modelo tecnológico esté basado en los derechos digitales, basado en que las personas estén en el centro, basado en la democracia y el software libre, el compartir el conocimiento y los bienes comunes digitales; estamos rompiendo la polarización que existe ahora mismo entre el modelo estadounidense y el modelo chino a favor de algo que precisamente cambia las reglas del juego porque entiende la tecnología como un común a compartir con el conjunto de la sociedad. Por tanto, yo creo que ahora es el momento de empezar a iniciar una nueva era digital democrática.

 

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