Intervención de Simona Levi de Xnet en el diálogo con D. Sassoli, presidente del Parlamento Europeo, U. Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, el ex presidente R. Prodi y T. Berners-Lee inventor de la web “Acceso a Internet: un nuevo derecho humano”

 

El video completo del evento está disponible aquí.

 

Un diálogo de emergencia en el Parlamento Europeo entre Simona Levi, fundadora de Xnet, David Sassoli, presidente del Parlamento Europeo, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, el ex presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi y Tim Berners-Lee inventor del web: «Acceso a Internet: un nuevo derecho humano»

https://www.europarl.europa.eu/the-president/en/newsroom/event-28-october-1500—internet-access-a-new-human-right?lang=en
 

«Acceso a Internet: un nuevo derecho humano«, miércoles 28 de octubre, a las 15:00h.
Un diálogo entre el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, y el ex presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, con las intervenciones de Sir Tim Berners-Lee, fundador de la World Wide Web, y de Simona Levi, activista y directora del posgrado Tecnopolitica y Derechos en la Era Digital.

El diálogo se centra en el acceso a Internet como un derecho y en el reto para la Unión Europea de hacer de la red y del entorno digital un espacio democrático, capaz de remodelar nuestro modelo económico, y de dar a las y los ciudadanos una voz y un papel en la toma de decisiones.

«Acceso a Internet: un nuevo derecho humano» es el tercer diálogo del ciclo promovido por el presidente del Parlamento Europeo «Ideas para un nuevo mundo» con filósofos, escritores, economistas, representantes de la sociedad civil europea y líderes sociales.

 

 

Saludo con gran satisfacción y esperanza la intención de este espacio de debate y agradezco la oportunidad de contribuir a una causa por la que lucho desde hace muchos años: es decir que la era digital puede ser un gran paso adelante para la democracia.

A menudo en el diseño de políticas públicas creo que hay un error: el de considerar lo digital solo en términos de tecnología.
En cierto modo, la tecnología no es en absoluto el aspecto más importante de lo digital, de la misma manera que la máquina de imprimir de Gutenberg no lo fue para la Ilustración, aunque haya sido su detonante.

Así como la escritura o la imprenta, tecnologías que aumentan las posibilidades de comunicación entre seres humanos, es decir que democratizan el acceso a la información, pone a nuestro alcance lo que necesitamos para ejercer nuestro libre albedrío y por tanto, estar a la altura del papel de ciudadanas y ciudadanos adultos y corresponsables.

Esta corresponsabilidad creo que está en el corazón de la palabra demo-cracia;
En otras palabras, la capacidad de la ciudadanía de supervisar y contribuir a sus instituciones, no sólo cada 4 ó 5 años, sino orgánicamente.

Ahora la era digital nos permite realmente hacerlo y propone una nueva forma de gobernanza.

Las madres y los padres que inventaron la arquitectura de Internet, de la red de redes tal como la conocemos, personas como el Sr. Berners Lee, nos han regalado una metodología que teje libertad y la cooperación.

Internet nació abierto y neutral porque así lo querían.
Podría haber sido un producto accesible solo para unas pocas personas; la historia de la humanidad habría sido muy diferente.

Como con la compilación del genoma, por ejemplo, creo que no podemos desperdiciar estos momentos de grandeza y generosidad humana.

Si la invención de la imprenta condujo a la era de la Ilustración, es decir, a poner por primera vez la razón, la ciencia y los derechos de las personas en el centro, el digital es el siguiente paso en la democratización, pone en el centro la cooperación.

Lo digital es esencialmente esta brillante idea de disolver la rigidez de la centralidad para operar en la agilidad de una red;
más que una tecnología, es una revolución en la estructura del razonamiento y en la idea de la organización, es decir, la gobernanza.

La idea de red de lo digital representa la única demo-cracia posible y de repente la transforma en realidad.

Porque la democracia sólo puede ser una red.

Contrariamente a lo que algunos creen o quieren hacernos creer, creo que la democracia no significa pensar de la misma manera, sino todo lo contrario: es la habilidad de vivir juntos, es decir, de cooperar pensando todos de manera diferente.

La tecnología digital ofrece un método para ello y nos invita a actualizar nuestras democracias aplicando la cultura y la arquitectura filosófica de Internet a otras ámbitos.

Una nueva cultura democrática en red, es decir, basada en un liderazgo distribuido según habilidades y necesidades, compuesta por nodos soberanos, conectados voluntariamente entre sí mediante vínculos basados en la transparencia y la trazabilidad, para perseguir objetivos comunes con agilidad y en tiempo real.

Bueno, me parece que es justo el tipo de Europa democrática adulta que queremos, ¿no?

Pero hay que recordar que antes de que los beneficios de la creación de Gutenberg pudieran apreciarse realmente, Europa tuvo que pasar por tres siglos de oscurantismo, durante los cuales los viejos y nuevos monopolios políticos y financieros trabajaron para impedir que la gente simplemente leyera libremente. Tres siglos.

Mi deseo es que hayamos aprendido de la historia para que esto no vuelva a suceder.

Nuestras instituciones tienen la responsabilidad de asegurar que este progreso tenga un impacto en el bien común y no sea negado ni utilizado contra la población.

Por eso espero me alegro que Ustedes, señora Presidenta, señor Presidente, Profesor, tomen cartas este asunto.

La digitalización acelerada por las limitaciones de la pandemia, es imparable. La cuestión no es obviamente si ocurrirá o no, sino si será democrática, inclusiva y respetuosa de los derechos fundamentales o no.

Es responsabilidad de nuestras instituciones que esto no ocurra sólo por los deseos de las corporaciones o los intereses de las clientelas electorales.
La democracia también consiste en nivelar esta asimetría, la no-simetría de poder.

Por esta razón, las políticas públicas relacionadas con la tecnología digital no pueden fluctuar entre el tecnosolucionismo deshumanizante, que considera que todo se puede resolver con algoritmos y tecnología, o la tecnofobia, que declara que Internet es perjudicial y que hay que mantener a la población alejada de él. Ni una cosa ni la otra: como cualquier tecnología, desde la rueda o el fuego, deben estar al servicio de la humanidad, de toda la humanidad, valorando su gran utilidad, sin negar por supuesto sus peligros.

Es urgente.

Con la terrible crisis que está comenzando, el futuro de la democracia, para que no se desarrollen democracias autoritarias y simplistas, depende de permitir a todo el mundo llegar a la edad adulta que el digital permite y depende, también, de cómo llegamos a ello. Ya no se puede ignorar que el futuro deseable reside en una sociedad civil activa y bien informada que pueda asumir un liderazgo responsable de muchas soluciones y no sólo sufrirlas.

Por lo tanto, no puede haber democracia de futuro ni futuro de la democracia si sólo una parte de la población puede acceder a una red de redes y ser un nodo activo que emprenda, luche y coopere en las dificultades.
Por ello, que Internet se considere un servicio público para que llegue con calidad hasta el último rincón de Europa no es una opción, es un imperativo.

Pero no sólo eso. Debe ser diseñado para el bien común.
Como se ha dicho, las leyes europeas son líderes mundiales en la preservación de un activo estructural de Internet, la neutralidad de la Red, es decir, un Internet que no discrimina a quienes lo utilizan en función de criterios económicos o ideológicos.

Ahora Europa puede y debe ser también líder en la legislación para evitar que intereses particulares, ya sean económicos o electorales, de aquí o de otro lugar, manipulen el acceso a la información o se alimenten del saqueo de los datos personales e íntimos de las personas.

En relación con esto, hago un llamamiento a Europa para que no abandone la defensa de la libertad de expresión, sino que, por el contrario, demuestre su valentía impidiendo las grandes inversiones que se aprovechan de estos valores convirtiéndolos en mercancía.

En conclusión, propongo un keynesianismo de la democracia, cuya primera piedra es declarar Internet un servicio público, un derecho.
Mi sueño es que la inversión pública necesaria para reactivar nuestras economías heridas no sea una capa tecnológica sobre estructuras de gobierno obsoletas y ahora ya injustas, sino que produzca los canales para la futura democracia, es decir, la soberanía digital de todos los habitantes de Europa. Un futuro en red, con derecho a emprender y buscar la felicidad individual y colectiva en condiciones de igualdad. En resumen: una era digital que sea más y mejor democracia.